Eran las 8 de la tarde. Ya era de noche y hacía mucho frío. Decidió salir a la calle a dar una vuelta como siempre con su mp3. Comenzó a caminar por las oscuras y mojadas calles de la cuidad. Empezó a pensar en él. Sabía que había conseguido necesitarlo menos, pero seguía queriendolo. Seguía soñando alguna noche con algún inesperado encuentro con él. Seguía esperando su llamada, o algún mensaje en el maldito móvil. Pensaba en todo eso, cuando de repente empezó a llover demasiado. Corrió hacia algún sitio tapado para poder resguardarse de la lluvia. A lo lejos, había una parada de bus y fue hacia ella. Al acercarse, divisó un hombre encapuchado que iba vestido de negro sentado en la parada. Redujo la velocidad. Quiso desviar el camino e ir a resguardase a cualquier otro sitio. Pero algo le llamaba para que fuese a sentarse a esa parada. Algo le atraía. Se acercó y se sentó. El hombre misterioso que estaba sentado a su lado, se quedó inmóvil. Tras un breve tiempo de silencio, el hombre pronunció sus primeras palabras:
-Hola - dijo sin levantar la cabeza. Ella comenzó a sentir miedo. La voz de ese hombre era muy misteriosa pero a la vez, se le hacía muy familiar. Aterrorizada, no contestó.
-¿Sabes quien soy?- dijo levantándose del asiento. Metió su mano en el bolsillo de sus pantalones negros holgados. Parecía que iba a sacar algo. Le recorrió un largo e intenso escalofrío a lo largo de su espalda. No podía escapar. El hombre estaba delante de ella y no la dejaría huir. No sabía que hacer. Pensó en gritar, pero en aquellas oscuras calles, no había nadie que pudiera escucharla. Muy asustada respondió:
-No se quien eres y tampoco sé lo que quieres hacer conmigo. Porfavor, déjame ir. El hombre echó una carcajada enorme. Se quitó lentamente la capucha y dijo:
-Jajaja, de verdad estabas asustada? Era él. Era aquel hombre del que se había enamorado. Aquel hombre al que le costaría tanto olvidar. Estaba allí con ella, como en sus sueños. Ahora entendió porque se le hacía tan familiar aquella dulce voz. Todavía tenía el susto en el cuerpo, pero eso no le impidió sonreir y darle un gran abrazo. LLena de euforia, le dijo:
-¡Estúpido! ¡No sabes el susto que me acabas de meter! ¡Pensé que iba a morir! Dios mio.. ¿pero que haces aquí?
-He venido a verte. Necesitaba hacerlo. Tras estas preciosas palabras, los dos se fundieron en un largo beso. No se lo podía creer, tras el susto que acaba de llevar, consiguió cumplir su sueño mas deseado. Estaba completamente feliz.